Oraciones Poderosas y Magicas

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miércoles, 21 de marzo de 2018

SEMANA SANTA: ORACIONES PARA EL SÁBADO SANTO


Dios; que haces resplandecer
esta sagrada noche
con la gloria de la resurrección del Señor,
conserva en los nuevos hijos de tu familia
el espíritu de adopción que les has dado,
para que renovados en el cuerpo y en el alma,
te sirvan con pureza de corazón.
 
Por el mismo Jesucristo, tu Hijo.

LECCIÓN DE LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO APÓSTOL A LOS COLOSENSES (Cap. 3)

Hermanos:

Si habéis resucitado con Jesucristo buscad las cosas que son de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios Padre; saboreaos en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Por-que muertos estáis ya, y vuestra nueva vida está escondida con Cristo, en Dios.
 
Cuando empero aparezca Jesucristo, que es vuestra vida, entonces apareceréis también vosotros con él, gloriosos.

SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (Cap. 28)
 
En la noche del sábado, al amanecer el primer día de la semana o domingo, vino María Magdalena con la otra María, a visitar el sepulcro. A este tiempo se sintió un gran terremoto, porque bajó del Cielo un Ángel del Señor, y llegándose al sepulcro, removió la piedra, y sentóse encima.
 
Su semblante brillaba como el relámpago, y era su vestidura blanca como la nieve. De lo cual quedaron los guardas tan aterrados que estaban como muertos.
 
Mas el Ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo:
 
Vosotras no tenéis qué temer; bien sé que venís en busca de Jesús, que fue crucificado; ya no está aquí porque ha resucitado, según predijo. Venid, y mirad el lugar donde estaba sepultado el Señor. Y ahora id, sin deteneros, a decir a sus discípulos que ha resucitado; y he aquí que va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis; ya os lo prevengo de antemano. 

 ORACIÓN
 
 Infúndenos, Señor,
el espíritu de tu caridad,
para que aquellos que has alimentado
con los sacramentos de la Pascua,
hagas por tu piedad que vivan unidos de corazón.
 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que siendo Dios, vive y reina contigo
y con el Espíritu Santo.
 
 




martes, 20 de marzo de 2018

SEMANA SANTA: ORACIONES PARA EL VIERNES SANTO


Esto dice el Señor:
 
En su tribulación,
madrugarán para venir a mí.
 
Venid, dirán, y volvámonos al Señor;
porque Él nos tomó y nos sanará,
nos herirá y nos curará;
después de dos días nos dará la vida;
al tercer día nos resucitará,
y viviremos en su presencia.
 
Conoceremos al Señor
y le seguiremos para conocerle más y más;
como la de la aurora,
está preparada su salida,
vendrá a nosotros,
así como la lluvia temprana y tardía
cae sobre la tierra.
 
¿Qué más haré por ti, Efraín?
¿Qué más haré por ti, Judas?
 
Vuestra misericordia
es como la nube de la mañana,
y como el rocío de la madrugada, que pasa.
 
Por esto los desbasté por los Profetas,
y los maté con las palabras de mi boca;
y los juicios que ejerceré sobre vosotros,
resplandecerán como la luz;
porque yo quiero misericordia y no sacrificio,
y conocimiento de Dios con amor,
más que holocaustos.

ORACIÓN


Oh Dios, de quien Judas
recibió el castigo de su pecado,
y el Ladrón el premio de su confesión;
haznos sentir el efecto de tu propiciación;
para que así como nuestro Señor Jesucristo
en su pasión dio a entrambos su merecido,
así destruido el error del hombre viejo,
nos conceda la gracia
de resucitar gloriosamente con él,
que contigo vive y reina.
Amén.

Éxodo (Cap. 12)

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto:

"Este mes será para vosotros el principio de los meses; será el primero de los meses del año. Hablad a toda la congregación de los hijos de Israel, y decidles:

El día diez de este mes tome cada uno un cordero para su familia y para su casa. Más si en la casa no hay suficiente número de personas para comer el cordero, llamará del vecino que tenga junto a su casa, las personas que sean menester para comerlo.
 
Será el cordero sin mácula, macho, de un año; lo mismo observaréis si es cabrito. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes; y toda la multitud de los hijos de Israel lo inmolará por la tarde. Tomarán de su sangre, y la pondrán sobre las dos puertas y sobre el umbral de las casas donde lo comieren.
 
Y aquella noche comerán la carne asada al fuego con panes ázimos y lechugas silvestres. No comeréis de él nada crudo ni cocido en agua, sino asado al fuego; comeréis la cabeza, los pies y las entrañas. Nada de él quedará para mañana; si algo sobrare, lo quemaréis al fuego. Lo comeréis de este modo: ceñiréis vuestros riñones, tendréis los pies calzados y báculos en las manos, y lo comeréis aprisa; porque es el Fase (esto es, el tránsito) del Señor. 
 ORACIÓN

Defiéndeme, Señor, del hombre malo;
líbrame del hombre inicuo.
 
Los que no piensan en su corazón,
sino en cometer iniquidades,
me hacían guerra todo el día.
 
Aguzaron sus lenguas,
como la de la serpiente;
veneno de áspides tienen bajo sus labios.
 
Guárdame, Señor, de mano del pecador,
y líbrame de hombres inicuos,
Que no piensan sino en derribarme;
esos soberbios me armaron lazos en secreto.
 
Y tendieron red a mis pies;
 junto al camino me pusieron tropiezos.
Yo dije al Señor: Tú eres mi Dios;
oye, Señor, la voz de mi súplica.
 
Señor, Señor, fortaleza de mi salud,
 tú pusiste a cubierto mi cabeza
en el día del combate.
No me entregues al pecador
según el deseo de mí concupiscencia;
todos sus pensamientos fueron contra mí;
no me desampares,
porque no se levanten con orgullo.
 
Toda la malignidad de sus rodeos,
y todo el mal que procuraban
hacerme sus labios, los cubrirá.
 
Mas los justos alabarán tu nombre,
y los rectos de corazón habitarán en tu presencia.

OREMOS

Dios omnipotente y eterno,
que todos los días fecundas a tu Iglesia
de nuevos hijos; aumenta la fe
y la inteligencia en nuestros catecúmenos,
para que, renacidos en la fuente del bautismo,
sean agregados al número de tus hijos adoptivos.
 
Por nuestro Señor.
Amén.
 
Oremos, a Dios Padre omnipotente,
para que purifique al mundo de todo error,
disipe las enfermedades, destierre el hambre,
abra las cárceles, rompa las cadenas de los cautivos,
conceda a los caminantes su regreso,
a los enfermos la salud,
y a los navegantes puerto seguro.

Dios omnipotente y eterno,
consuelo de los afligidos,
fortaleza de los atribulados,
haz que lleguen a ti las preces
de los que en cualquiera tribulación te invocan,
para que tengan todos alegría
de haber recibido en sus necesidades
el socorro de tu misericordia.
 
Por nuestro Señor.
Amén.

OREMOS

Dios omnipotente y eterno,
que a todos salvas,
y no quieres que ninguno se pierda,
vuelve tus ojos sobre las almas
seducidas por la diabólica astucia,
para que abjurando toda herética pravedad,
vuelvan al camino recto
y entren en la unión de tu verdad.
 
Por nuestro Señor.
Amén.

OREMOS

Dios omnipotente y eterno,
que no quieres la muerte del pecador,
sino que procuras siempre su vida;
recibe con benignidad nuestra oración,
y quitándole la iniquidad de su corazón
 le agregues a tu santa Iglesia
para gracia y alabanza de tu nombre.
 
Por nuestro Señor.
Amén.

HIMNO A LA SANTA CRUZ

Diga de la Cruz santa y misteriosa
El trofeo más noble y señalado;
Y cómo el Redentor del mundo entero
Venció, sacrificado en un madero.

Cruz, árbol el más noble, señalado
Entre cuantos la selva ha producido;
En hoja, flor y fruto sazonado,
Y en su bello matiz y colorido;
Dulces clavos sostiene, dulce leño,
El dulce peso de mi dulce dueño.

Ya del Rey se enarbola el estandarte,
De la cruz el misterio resplandece;
De la vida el Autor, muerte padece,
Y con ella la vida nos reparte

Saludámoste, ¡oh cruz!,
firme esperanza,
En este tiempo, y días dolorosos;
Acrecienta la gracia a los piadosos,
Y el perdón de su culpa al reo alcanza.

¡Oh Trinidad, de vida santa fuente!,
Todo espíritu rinda a ti la gloria,
 
A los que de la Cruz das la victoria,
Concédenos el premio eternamente.

Amén

 
 
 
 

lunes, 19 de marzo de 2018

SEMANA SANTA: ORACIONES PARA EL JUEVES SANTO


Más nosotros debemos gloriamos
en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo,
el cual siendo el autor de nuestra salud,
de nuestra vida y de nuestra resurrección,
nos ha salvado y librado.

 
Dios tenga misericordia de nosotros,
y nos bendiga;
haga resplandecer la luz de su rostro
sobre nosotros, y apiádese de nosotros.

ORACIÓN

Dios de quien Judas
recibió el castigo de su pecado,
y el Ladrón el premio de su confesión;
haznos sentir el efecto de tu propiciación;
para que así como nuestro Señor Jesucristo
en su pasión dio a entrambos su merecido,
así destruido el error del hombre viejo,
nos conceda la gracia
de resucitar gloriosamente con él,
que contigo vive y reina.

Amén.
 
LECCIÓN DE LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO APÓSTOL A LOS CORINTIOS (Cap. 11)

Hermanos: cuando os juntáis, ya del modo que lo hacéis, no es comer la cena del Señor, porque cada uno se anticipa a comer su cena particular. Y así unos no tienen que comer, mientras que otros comen por exceso.
 
¿Acaso no tenéis vuestras casas para comer y beber? ¿o queréis despreciar la Iglesia de Dios y avergonzar a los pobres que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré?
 
En esto no os alabo; porque del Señor aprendí esto que también os enseñé: que el Señor Jesús, en la misma noche en que había de ser entregado, tomó el pan y habiendo dado gracias, lo partió y dijo:
 
Tomad y comed; este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros; haced esto en memoria de mí.
 
Del mismo modo tomó el cáliz, después de haber cenado diciendo:
 
Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre. Haced esto en memoria de mí, siempre que de él bebiéreis. Porque siempre que comiéreis este pan y bebiéreis de este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga.
 
Por esto cualquiera que comiere este pan, o bebiere del cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor; examínese, pues, el hombre a sí mismo y de esta manera coma de aquel pan y beba de aquel cáliz. Porque el que lo come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación, no haciendo discernimiento del cuerpo del Señor. Por esto hay entre vosotros muchos enfermos y débiles, y muchos duermen. Si nos juzgáramos a nosotros mismos, ciertamente no seríamos juzgados. El Señor es el juez que nos castiga para que no seamos condenados en este mundo.

SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (Cap. 13)

Antes del día de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que era llegada su hora de pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y acabada la cena, como ya el diablo había metido en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, que lo entregase; sabiendo Jesús que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, y que salió de Dios, y volvía a Dios, se levantó de la cena, se quitó sus vestiduras, y tomando un lienzo, se lo ciñó.
 
Después echó agua en una bacía y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con el lienzo que tenía ceñido.
 
Llegó, pues, a Simón Pedro, el cual le dijo:
 
Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondióle Jesús: Lo que yo hago, no lo entiendes tú ahora; lo sabrás después.
 
Dícele Pedro: No me lavarás jamás los pies.
 
Respondióle Jesús: Si no te lavara, no tendrás parte conmigo.
 
Dícele Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza.
 
Dícele Jesús: El que está lavado no tiene necesidad de que el laven más que los pies, porque todo lo demás está limpio. Y vosotros estáis limpios, mas no todos; porque sabía quién era el que lo había de entregar; por esto dijo: No todos estáis limpios.
 
Después de haberles lavado los pies, tomó sus vestiduras, y volviéndose a poner a la mesa, les dijo:
 
¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien porque lo soy. Pues si yo siendo vuestro Señor y Maestro os he lavado los pies, vosotros debéis también lavaros los pies unos a otros; porque ejemplo os he dado, para que como yo lo he hecho con vosotros, así lo hagáis vosotros también. 

ORACIÓN

Suplicámoste, Señor, Dios nuestro,
que estando alimentados con este sustento,
que da vida a las almas,
consigamos por tu gracia en la eternidad
esto que celebramos
en el tiempo de nuestra vida mortal.
 
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
 
Amén.

HIMNO

Cante la voz del cuerpo más glorioso,
El misterio sublime y elevado,
De la Sangre preciosa,
que amoroso El rescate del mundo ha derramado;
Siendo fruto de un vientre generoso,
El Rey de todo el Orbe,
el Ser increado.
 
Dado para nosotros, y naciendo
De una Virgen intacta y recogida.
Conversando en el mundo y esparciendo
Semilla de palabras que da vida;
Con orden admirable y estupendo
El tiempo concluyó de su venida.
 
En la noche tremenda en que la cena
Por último tomó con sus hermanos,
Cumpliendo ya la ley, en que se ordena,
El Cordero Pascual a los ancianos,
A sí mismo en manjar a la docena
De Apóstoles se entrega por sus manos.

De nuestra carne el Verbo revestido
Hace con sólo haberlo pronunciado,
Que el pan sea en su Carne convertido,
Y el vino en propia Sangre transformado;
 Y si a desfallecer llega el sentido,
 Con la fe el corazón es confirmado.
 
Demos, pues, a tan alto Sacramento
Culto y adoración todos rendidos,
Y ceda ya el antiguo documento
A los ritos de nuevos instituídos;
Constante nuestra fe dé suplemento
Al defecto de luz de los sentidos.
 
Al Padre con el Hijo sea dado
Júbilo, aplauso y gloria eternamente.
Salud, virtud y honor interminado,
Bendición y alabanza reverente;
Y al Espíritu de ambos aspirado,
Sea gloria y loor no diferente.

Se rezan ahora
las mismas oraciones del Domingo de Ramos.

 

SEMANA SANTA: ORACIONES PARA EL MIÉRCOLES SANTO


Ante el nombre de Jesús
se dobla toda rodilla de lo celestial,
de lo terreno y de lo infernal;
porque el Señor se hizo
obediente hasta la muerte,
y muerte de la cruz;
por esto el Señor Jesucristo
está en la gloria de Dios Padre.
 
Oye, Señor, mi oración
y llegue mi clamor a ti.
 
Ante el nombre de Jesús
se dobla toda rodilla de lo celestial,
de lo terreno y de lo infernal;
porque el Señor se hizo
obediente hasta la muerte,
y muerte de la cruz;
por esto el Señor Jesucristo
está en la gloria de Dios Padre.



ORACIÓN

Haz, oh Dios omnipotente, que,
pues somos incesantemente afligidos
por nuestros excesos,
seamos libres de ellos
por la pasión de tu unigénito Hijo,
el cual contigo vive y reina,
por los siglos de los siglos.

Amén

 
LECCIÓN DEL PROFETA ISAÍAS

Esto dice el Señor Dios:
 
Decid a la Hija de Sión: he aquí, tu Salvador viene; he aquí, consigo trae su galardón, ¿Quién es éste que viene de Edom y Bosra con vestidos encarnados? Hermoso es él en su estola, que ha con la grandeza de su poder.
 
Yo soy el que hablo justicia y defiendo para salvar. ¿Por qué es encarnado tu vestido y tus ropas como de los que pisan uvas en el lagar?
 
Yo sólo pisé el lagar, y de los pueblos nadie me ayudó, píselos con mi furor y hóllelos en mi ira; y su sangre salpicó mis ropas, y ensucié todos mis vestidos. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mi redención es venido. Miré alrededor, y no había quien me socorriese; busqué y no hubo quien me ayudase y salvóme mi brazo, y mi indignación misma me valió.
 
Y hollé los pueblos con mi furor, y con mi indignación los embriagué, y derribé a tierra su esfuerzo. De las piedades del Señor me acordaré; de las alabanzas del Señor acerca de todo lo que nos ha dado el Señor Dios nuestro.
 
ORACIÓN

No escondas tu rostro de tu siervo
porque estoy atribulado;
apresúrate a oírme.
 
Sálvame, oh Dios,
porque han penetrado las aguas hasta mi alma;
estoy sumergido en lo más profundo del cieno,
y no hay apoyo.

 
Se rezan ahora las mismas oraciones
del Domingo de Ramos.


 

SEMANA SANTA: ORACIONES PARA EL MARTES SANTO


Nosotros debemos gloriarnos
en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
en quien está la salud, la vida
y la resurrección nuestra;
por el cual fuimos hechos salvos y libres.
 
Dios tenga misericordia de nosotros,
y nos bendiga;
haga resplandecer su rostro sobre nosotros
y tenga misericordia de nosotros.
 
Nosotros debemos gloriarnos
en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
en quien está la salud, la vida
y la resurrección nuestra;
por el cual fuimos hechos salvos y libres.


ORACIÓN
 
Omnipotente y eterno Dios,
concédenos que de tal suerte
celebremos los misterios
de la pasión del Señor,
que merezcamos alcanzar el perdón
de todas nuestras culpas.
 
Por el mismo Señor,
que vive y reina contigo
por los siglos de los siglos.
 
Amén.

LECCIÓN DEL PROFETA JEREMÍAS (Cap. 11)
 
En aquellos días, dijo Jeremías:
 
Señor, Tú me hiciste saber y conocí; entonces me mostraste tus intentos. Y yo como cordero manso que llevan al sacrificio, como si ignorase que se había conspirado contra mí diciendo: Pongamos leño en su pan, desterrémosle de la tierra de los vivos, y no haya más memoria de su nombre.
 
Mas tú, oh Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, y sondeas los corazones de los hombres, vea yo tu venganza de ellos; porque a ti he descubierto mi causa, Señor Dios mío.
Cuando mis enemigos me molestaban, vestíame yo de cilicio y humillaba con ayuno mi alma, y mi oración se resolvía en mi seno.
 
Juzga, Señor, a los que me hacen daño; pelea hasta rendir a los que me combaten; toma las armas y el escudo, y levántate en mi ayuda.

Se rezan ahora las mismas oraciones del Domingo de Ramos.

 

 

domingo, 18 de marzo de 2018

SEMANA SANTA: ORACIONES PARA EL LUNES SANTO


Juzga, Señor a los que me hacen daño;
pelea hasta rendir a los que me combaten;
toma las armas y el escudo,
y levántate en mi ayuda,
oh Señor, fortaleza de mi salud.
 
Desenvaina la espada, y cierra el paso
a los que me persiguen;
di a mi alma:
yo soy tu salud.
 
Juzga, Señor, a los que me hacen daño;
pelea hasta rendir a los que me combaten;
toma las armas y el escudo,
y levántate en mi ayuda,
oh Señor, fortaleza de mi salud
 
ORACIÓN

Concédenos, oh Dios omnipotente,
 que pues por nuestra flaqueza
desfallecemos en medio de tantas adversidades,
tomemos aliento mediante la pasión
de tu Unigénito Hijo,
que contigo vive y reina,
por los siglos de los siglos.
 
Amén

LECCIÓN DEL PROFETA ISAÍAS (Cap. 50)
 
En aquellos días dijo Isaías:
 
El Señor Dios abrió mis oídos, y yo me resistí: atrás no volví. Entregué mi cuerpo a los que me herían y mesaban mis barbas; no aparté el rostro de los que me reprendían y escupían.
 
El Señor Dios es mi auxiliador; por eso no soy confundido. Esta es la causa porque puse mi rostro como piedra durísima, y sé que no seré confundido. Cerca está el que me justificó; ¿quién se me opondrá? Unámonos:
 
ORACIÓN
 
¿quién es mi adversario? Lléguese a mí.
He aquí el Señor Dios, es mi auxiliador.
¿Quién es el que me condenará?
He aquí, todos ellos envejecerán como los vestidos,
la polilla los comerá.
 
¿Hay alguno de vosotros que tema al Señor,
y oiga la voz de su siervo?
 
El que anduvo en tinieblas,
y no hay luz en él,
espere en el nombre del Señor
y tome por fundamento a su Dios.


Levántate, oh Señor,
y atiende a mi juicio,
Dios mío y Señor mío,
atiende a mi causa.
 
Desenvaina la espada
y cierra el paso a los que me persiguen.

Señor, no hagas con nosotros
conforme a los pecados que hemos cometido
ni según nuestras iniquidades.
 
Señor, no te acuerdes
de nuestras antiguas maldades;
anticípanos presto tus misericordias,
porque nos hemos empobrecido sobremanera.
Ayúdanos, oh Dios Salvador nuestro,
y líbranos, Señor,
por la gloria de tu nombre,
y perdónanos nuestros pecados
por causa de tu nombre.

SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (Cap. 13)
 
Seis días antes de la Pascua, vino Jesús a Bethania donde había muerto Lázaro al cual resucitó Jesús, e hicieron allí una cena, y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa juntamente con él.
 
María, pues, tomó una libra de ungüento del nardo puro de mucho precio y ungió los pies de Jesús, los enjugó con sus cabellos, y la casa se llenó con la fragancia del ungüento.
 
Dijo entonces uno de sus discípulos, Judas Iscariote, el que lo había de entregar:
 
¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos dineros, y se ha dado a los pobres?
 
Mas dijo esto, no porque estuviese a cargo suyo el cuidado de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, llevaba lo que se echaba en ella.
 
Dijo entonces Jesús: Dejadla que lo aproveche para el día de mi sepultura, porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí no siempre me tenéis.
 
Llególe pues a entender una grande muchedumbre de Judíos que estaban en aquel lugar, y vinieron no sólo por causa de Jesús, sino por ver a Lázaro al cual había resucitado de entre los muertos.

Se rezan ahora las mismas oraciones del Domingo de Ramos.
 
 
 



sábado, 17 de marzo de 2018

SEMANA SANTA: ORACIONES PARA EL DOMINGO DE RAMOS


ORACIÓN

Dios, cuyo amor y caridad nos justifica,
multiplica en nosotros
los dones de tu gracia inefable;
y pues que en la muerte de tu Hijo
nos hiciste esperar aquello que creemos
haz que lleguemos a la gloria a que aspiramos,
por la resurrección del mismo,
que siendo Dios, vive y reina contigo
en unidad del Espíritu Santo,
por todos los siglos de los siglos.
 
Amén.

LECCIÓN DEL LIBRO DEL ÉXODO (Cap. 15)
 
En aquellos días; vinieron los hijos de Israel a Elím, donde había doce fuentes de agua y sesenta palmas, y acamparon junto a las aguas. Y partiendo de Elím toda la multitud de los hijos de Israel, llegó al desierto de Sión, que está entre Elím y Sinaí, el día, 15 del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto. Y en este desierto toda la congregación de los hijos de Israel murmuró de Moisés y Aarón, diciéndole: ¡Ojalá hubiésemos muerto por mano del Señor en la tierra de Egipto, cuando estábamos sentados junto a las ollas de carne, y comíamos pan cuanto queríamos! ¿Por qué nos sacásteis a este desierto para matar de hambre a todo el pueblo?


 
Entonces dijo el Señor a Moisés: Mirad, yo os haré llover panes del cielo; salga el pueblo y recoja cuanto sea menester para cada día; porque quiero experimentarle si camina según mi ley o no. Mas el día sexto preparen lo que llevaren a sus casas, y sea otro tanto de lo que solían recoger cada día. Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: Esta tarde sabréis en las codornices qué os ha sacado de la tierra de Egipto. Y mañana por la mañana veréis resplandecer su gloria en el maná.

SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (Cap. 21)
 
En aquel tiempo: Estando Jesús cerca de Jerusalén, y habiendo llegado a Betfage, al Monte Olivete, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: Id a esa aldea que está enfrente de vosotros y luego hallaréis una borrica atada y un pollino con ella: Desatadla, y traédmelos; y si alguno os dijere algo, respondedle que el Señor los necesita, y luego los dejará.
 
Todo esto sucedió, para que se cumpliese lo que estaba dicho por el profeta: Decid a la hija de Sión: He aquí a tu Rey, que viene a ti lleno de mansedumbre, montado en una borrica, y un pollino hijo de la que está bajo el yugo. Fueron, pues, los discípulos, y lo hicieron como Jesús los mandó. Trajeron la borrica y el pollino; pusieron sobre ellos sus vestidos, e hicieron montar a Jesús. Una grande multitud de pueblo tendió sus vestidos, en el camino, otros cortaban ramas de los árboles, y las echaban por donde pasaba; y las gentes que iban delante, como los que lo seguían, clamaban diciendo: Hosanna al Hijo de David. Bendito sea Él que viene en el nombre del Señor. 




ORACIÓN

Dios, aumenta la fe de los que esperan en ti,
y oye con benignidad nuestras humildes preces.

Derrama con abundancia
tus misericordias sobre nosotros,
y bendice estos ramos de palma o de olivo;
y así como para darnos una figura
de las gracias que derramas sobre la Iglesia,
las multiplicaste en Noé al salir del arca,
y en Moisés, saliendo de Egipto
con los hijos de Israel.
 
Concédenos también,
que llevando palmas y ramos de olivo,
podamos con buenas obras
salir al encuentro de Jesucristo,
y entrar en el gozo eterno;
por el mismo, que siendo Dios,
vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo
 todos los siglos de los siglos,

Amén

ORACIÓN
 
Suplicámoste, Señor Santo,
Padre omnipotente, Dios eterno,
que te dignes bendecir y santificar
estos ramos de olivo
que mandaste salir del tronco de árbol,
y que la paloma volviendo al arca,
llevó en su pico;
para que los que los hubiesen recibido
consigan tu protección para su alma y para su cuerpo;
y esto, que es símbolo de tu gracia,
sirva, Señor, de remedio
para nuestra salvación.
 
 Amén.

ORACIÓN
 
Rogámoste, Señor, que bendigas
estos ramos de palma o de olivo,
y nos concedas que lo que hoy exteriormente
hace tu pueblo en obsequio tuyo,
lo cumpla espiritualmente con suma devoción,
triunfando del enemigo,
y aplicándose con todo el corazón
a obras de misericordia.
 
Amén

ORACIÓN

Dios Omnipotente y eterno,
que hiciste que nuestro Señor Jesucristo
montase en un pollino,
y que inspirase a una multitud de pueblo
que tendiese sus vestidos
y echase ramas de árboles en el camino,
y que en alabanza suya cantase Hosanna;
suplicámoste nos concedas
que podamos imitarles en la inocencia,
y merezcamos tener parte en su mérito.
 
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
 
Amén.  

 

 


viernes, 16 de marzo de 2018

EL SANTO VÍA CRUCIS

 
I Estación:

JESÚS ES CONDENADO A MUERTE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

CONSPIRARON CONTRA VOS, Señor, vuestros enemigos. Sin gran esfuerzo, amotinaron al populacho ingrato, que ahora hierve de odio contra Vos. Odio. Es lo que por todas partes os circunda, os envuelve como una nube densa, se lanza contra Vos como un oscuro y frío vendaval. Odio gratuito, odio furioso, odio implacable: que no se sacia en humillaros, en saturaros de oprobios, en llenaros de amargura; vuestros enemigos os odian tanto, que ya no soportan vuestra presencia entre los vivos, y quieren vuestra muerte. Quieren que desaparezcáis para siempre, que enmudezca el lenguaje de vuestros ejemplos y la sabiduría de vuestras enseñanzas. Os quieren muerto, aniquilado, destruido. Sólo así habrán aplacado el torbellino de odio que en sus corazones se levanta.

Siglos incluso antes que nacierais, ya el Profeta preveía ese odio que suscitaría la luz de las verdades que anunciaríais, el brillo divino de las virtudes que tendríais: "¿Pueblo mío, qué te hice Yo, en qué por ventura te he contristado?"(Miq. 6, 3). E interpretando vuestros sentimientos, la Sagrada Liturgia exclama a los infieles de entonces y de hoy: "¿Qué más debía Yo haber hecho por ti, y no lo hice? Yo te planté como viña escogida y preciosa: y tú te convertiste en excesiva amargura para Mí; vinagre me diste a beber en mi sed, y traspasasteis con una lanza el costado de tu Salvador" (Improperios).

Tan fuerte fue el odio que contra Vos se levantó, que la propia autoridad de Roma, que juzgaba al mundo entero, se abatió acobardada, retrocedió y cedió ante el odio de los que sin causa alguna os querían matar. La altivez romana, victoriosa en el Rin, en el Danubio, en el Nilo y en el Mediterráneo, se ahogó en el lavabo de Pilatos.

"Christianus alter Christus", el cristiano es otro Cristo. Si fuésemos realmente cristianos, esto es realmente católicos, seremos otros Cristos. E, inevitablemente, el torbellino del odio que contra Vos se levantó, también contra nosotros ha de soplar furiosamente.

¡Y sopla, Señor! Compadeceos, Dios mío, y dadle fuerzas al pobre niño de colegio, que sufre el odio de sus compañeros porque profesa vuestro Nombre y se rehúsa a profanar la inocencia de sus labios con palabras de impureza. Odio, sí. Tal vez no el odio bajo la forma de una invectiva desabrida y feroz, sino bajo la forma terrible del escarnio, del aislamiento, del desprecio. Dadle fuerzas, Dios mío, al estudiante que vacila en proclamar vuestro Nombre en plena aula, a la vista de un profesor impío y de un enjambre de colegas que se mofa. Dadle fuerzas, Dios mío, a la joven que debe proclamar vuestro Nombre, rehusándose a vestir los trajes que la moda impone, desde que por su extravagancia o inmoralidad desentonen de la dignidad de una verdadera católica. Dadle fuerzas, Dios mío, al intelectual que ve cerrarse delante de sí las puertas de la notoriedad y de la gloria, porque predica vuestra doctrina y profesa vuestro Nombre. Dadle fuerzas, Dios mío, al apóstol que sufre la embestida inclemente de los adversarios de vuestra Iglesia, y la hostilidad mil veces más penosa de muchos que son hijos de la luz, sólo porque no consiente en las diluciones, en las mutilaciones, en las unilateralidades con que los "prudentes" compran la tolerancia del mundo para su apostolado.

Ah, Dios mío, ¡cómo son sabios vuestros enemigos! Ellos sienten que en el lenguaje de esos "prudentes", lo que se dice en las entrelíneas es que Vos no odiáis el mal, ni el error, ni las tinieblas. Y entonces aplauden a los prudentes según la carne, como os aplaudirían en Jerusalén, en lugar de mataros, si hubieseis dirigido a los del Sanedrín el mismo lenguaje.

Señor, dadnos fuerzas: no queremos ni pactar, ni retroceder, ni transigir, ni diluir, ni permitir que empalidezca en nuestros labios la divina integridad de vuestra doctrina. Y si un diluvio de impopularidad se abate sobre nosotros, sea siempre nuestra oración la de la Sagrada Escritura: "Preferí ser abyecto en la casa de mi Dios, a vivir en la intimidad de los pecadores" (Salmos, 83, 11).

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.


II Estación:

JESÚS ACEPTA LA CRUZ DE MANOS DE SUS VERDUGOS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

PERO PARA ESTO, Señor, es necesario paciencia. Paciencia por la cual se deja, de brazos cruzados y de corazón conformado, caer el diluvio sobre la propia cabeza. Paciencia es la virtud por la cual se sufre para un bien mayor. Paciencia es, pues, la capacidad de sufrir para el bien. Necesita de paciencia el enfermo que, golpeado por un mal incurable, acepta resignado el dolor que él le impone. Necesita de paciencia aquel que se inclina sobre los dolores ajenos, para consolarlos como Vos consolasteis, Señor, a los que os buscaban. Necesita de paciencia quien se dedica al apostolado con invencible caridad, atrayendo amorosamente a Vos a las almas que vacilan en las sendas de la herejía o en el lodazal de la concupiscencia. Necesita también de paciencia el cruzado que toma la cruz y va a luchar contra los enemigos de la Santa Iglesia. Es un sufrimiento tomar la iniciativa de la lucha, formar y mantener en pie dentro de sí sentimientos de pugnacidad, de energía, de combatividad, vencer el indiferentismo, la mediocridad, la pereza, y lanzarse como un digno discípulo de Aquel que es el León de Judá, sobre el impío insolente que amenaza al redil de Nuestro Señor Jesucristo. ¡Oh sublime paciencia de los que luchan, combaten, toman la iniciativa, entran, hablan, proclaman, aconsejan, amonestan, y desafían por sí solos toda la soberbia, toda la pertinacia, toda la arrogancia del vicio insolente, del defecto elegante, del error simpático y popular!

Vos fuisteis, Señor, un modelo de paciencia. Vuestra paciencia no consistió, sin embargo, en morir abatido debajo de la Cruz cuando os la dieron. Cuenta una piadosa revelación que, cuando recibisteis de la mano de los verdugos vuestra Cruz, Vos la besasteis amorosamente y, tomándola sobre los hombros, con invencible energía la llevasteis hasta lo alto del Gólgota.

Dadnos Señor, esa capacidad de sufrir. De sufrir mucho. De sufrir todo. De sufrir heroicamente, no apenas soportando el sufrimiento, sino yendo al encuentro de él, buscándolo, y cargándolo hasta el día en que tengamos la corona de la victoria eterna.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

R. Amén.


III Estación:

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ BAJO LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

QUÉ FÁCIL es hablar del sufrimiento. Lo difícil es sufrir. Vos lo probasteis, Señor. Cómo vuestro divino heroísmo es diferente del heroísmo fatuo y artificial de tanto soldado de las tinieblas. Vos no sonreísteis frente al dolor. No erais, Señor, de los que enseñan que se pasa la vida sonriendo. Cuando vuestra hora llegó, temblasteis, os perturbasteis, sudasteis sangre delante de la perspectiva del sufrimiento. Y en este diluvio de aprehensiones, infelizmente por demás fundadas, está la consagración de vuestro heroísmo. Vencisteis los gritos más imperiosos, las solicitaciones más fuertes, los pánicos más atroces. Todo se doblegó ante vuestra voluntad humana y divina. Por encima de todo, se sobrepuso vuestra determinación inflexible de hacer aquello para lo que habíais sido enviado por vuestro Padre. Y, cuando llevasteis vuestra Cruz por la calle de la amargura, una vez más las fuerzas naturales flaquearon. Caísteis, porque no teníais fuerzas. Caísteis, pero no os dejasteis caer sino cuando del todo no era posible proseguir el camino. Caísteis, pero no retrocedisteis. Caísteis, pero no abandonasteis la Cruz. La conservasteis con Vos, como la expresión visible y tangible de vuestro propósito de llevarla hacia lo alto del Gólgota.

Oh Dios mío, dadnos las gracias para que, en la lucha contra el pecado, contra los infieles, podamos quizá caer debajo de la cruz, pero sin jamás abandonar ni el camino del deber ni la arena del apostolado. Sin vuestra gracia, Señor, nada, absolutamente nada podemos. Pero si correspondemos, todo lo podremos. Señor, nosotros queremos corresponder a vuestra gracia.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.


IV Estación:

MARÍA SANTÍSIMA VIENE AL ENCUENTRO DE JESÚS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

CARGAR LA CRUZ significa, muchas y muchas veces, renunciar. Renunciar antes que nada a lo ilícito, a lo pecaminoso. Pero renunciar también, y muchas veces, a lo que siendo lícito y hasta admirable en sí, se torna malo o menos perfecto en consecuencia de determinadas circunstancias.

En el camino de vuestra Pasión, Señor, disteis un ejemplo terrible, un luminoso y admirable ejemplo de renuncia a lo que es lícito. ¿Qué hay de más lícito, Señor, que las caricias, que el desvelo de vuestra Madre Santísima? Todo cuanto de Ella sabemos es que, por más que sepamos algo, jamás sabremos todo, tal es el océano inconmensurable de perfecciones y de gracias que contiene. Vuestra Madre, Señor, está en vuestro camino. Ella quiere consolaros. Ella quiere consolarse con Vos. Vedla. Cómo es legítimo que os detengáis a lo largo de la vía dolorosa, consolándoos y consolándola. Sin embargo, el momento de la separación después de este rápido coloquio llegó. ¡Oh dilaceración!, es preciso que os separéis el uno del otro. Ni Ella ni Vos, Señor, contemporizáis. El sacrificio sigue su curso. Y Ella queda a la vera del camino… Es mejor no decir cómo, viendo que os distanciáis lentamente vertiendo sangre, con paso incierto y vacilante, en demanda del último y supremo sacrificio. María tiene pena de Vos. Ella os sigue con la mirada, viéndoos solo, en manos de verdugos y de enemigos. ¿Quién os ha de consolar? ¡Oh! voluntad irresistible, arrebatadora, inmensa, de seguir vuestros pasos, de deciros palabras de dulzura que sólo Ella sabe deciros, de amparar vuestro Cuerpo divino, de interponerse entre los verdugos y Vos, y, postrada como quien implora una limosna inestimable, suplicar para Sí un poco de los golpes que os dan, con tal que con esto os hieran un poco menos, no os golpeen tanto la carne inocente. ¡Oh Corazón de Madre, cuánto sufristeis en este lance!

Madres de sacerdotes, madres de misioneros, madres de religiosas, cuando sintáis el pesar de tanta separación cruel, pensad en María Santísima que dejó a su Divino Hijo seguir solo, el camino que le trazara la voluntad de Dios. Y pedid que Ella consuele vuestro dichoso dolor.

Pero hay, mil y mil veces infelices, otras madres abandonadas. Madres de impíos, madres de libertinos, madres de pecadores, también vosotras a veces quedáis solas en el camino del dolor, mientras vuestros hijos corren por las vías de la perdición. Pedid a Nuestra Señora que os consuele, que os dé aliento y perseverancia, y que ofrezca parte del dolor que en este paso sufrió, para que vuestros hijos puedan volver algún día a vosotras. Pensad en Santa María, y jamás desesperaréis. Para vuestros hijos desviados Nuestra Señora será la Estrella del Mar, que tarde o temprano los reconduzca al puerto.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.

V Estación:

EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

SIMÓN CIRINEO venía de lejos. No sabía cuál era la algazara, el alarido, el vocerío que a veces el viento le traía. Una gran fiesta, probablemente, tantas eran las risas, los gritos, las voces, que en animada sucesión se hacían oír. Se aproximó. Fuerte, joven, lleno de vida, parecía en cierto sentido la antítesis del pobre ser de túnica blanca –la túnica de los locos– coronado de espinas, todo ensangrentado, un leproso lleno de llagas, que paciente y lentamente arrastraba la Cruz. El contraste sirvió a los verdugos de inspiración. Lo tomaron para ayudar a Cristo, Señor nuestro, a cargar la Cruz. El Cirineo aceptó. Al principio, tal vez porque era obligado. Después, por piedad. Quedó en la Historia, y, más que esto, conquistó para sí el Reino de los Cielos.

¡Cómo es frecuente esta escena! En el camino de nuestra vida, vemos a la Iglesia que pasa, perseguida, azotada, calumniada, odiada, y, Dios mío, a veces hasta traicionada por muchos que se dicen hijos de la luz sólo para poder propagar mejor las tinieblas. Vemos esto. En la apariencia la Iglesia está débil, vacilante, agonizante tal vez. En realidad, Ella es divinamente fuerte, como Jesús. Pero nosotros sólo vemos la debilidad con los ojos de la carne. Y somos tan miopes con los ojos de la fe, que con mucho esfuerzo discernimos la invencible fuerza divina que la conservará siempre y siempre. La Iglesia va a ser derrotada. Va a morir. ¿Poner al servicio de esa perseguida, de esa calumniada, de esa derrotada, la exuberancia de mis fuerzas, de mi juventud, de mi entusiasmo? ¡Nunca! Nos distanciamos. No somos Cirineos. Cuidamos sólo y sólo de nuestros intereses. Seremos abogados prósperos, comerciantes ricos, ingenieros bien ubicados, médicos con buena clientela, periodistas ilustres o prestigiosos maestros. ¡Y es que sólo en el día del Juicio comprenderemos lo que perdimos cuando la Santa Iglesia pasó por nuestro camino, y no la ayudamos!

¡Apostolado, apostolado, apostolado! Apostolado saturado de oración, impregnado de sacrificio. Este es el medio por el cual debemos ser Cirineos de la Santa Iglesia.

Señor mío, haced que seamos tan fieles a esta gracia cuanto el propio Cirineo. Oh bienaventurado Cirineo, rogad por nosotros.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.

VI Estación:

LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

TODOS SE REÍAN de Vos, Señor mío, todos os herían, os ultrajaban. Vuestro divino Rostro, otrora radiante de hermosura, está ahora enteramente desfigurado. Sólo expresa el dolor, en su forma más aguda, más lacerante.

A los ojos de esa turbamulta, ¿qué papel haría quien os consolase, quien tomase vuestro partido, quien se declarase vuestro? Atraería sobre sí mucho del odio, del desprecio, de la humillación que sobre Vos se lanzaba como impetuoso torrente, desde lo íntimo de aquellos corazones empedernidos, y, más aún, desde todas las calles, plazas y callejuelas de la ciudad deicida.

La Verónica vio esto. Pero ella no tuvo miedo. Se aproximó de Vos. Os consoló. Y, ¡oh divina recompensa!, vuestro Rostro divino quedó para siempre estampado en el lienzo con que ella quiso enjugarlo.

Dios mío, quiera mi corazón consolaros siempre. Y especialmente cuando todos se avergüenzan de Vos, dadme fuerzas para consolaros, proclamando en alto y con fuerza a mi Divino Rey.

Como recompensa, no quiero otra sino tener vuestro Rostro estampado en mi corazón.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.

VII Estación:

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

CAÍSTEIS UNA VEZ MÁS, Divino Señor. ¡Cómo es duro el camino de la Cruz! Fue durísimo para Vos. Será también durísimo para vuestros seguidores.

Hay momentos en que todos los caminos parecen cerrados para nosotros, el Cielo se oscurece, las esperanzas desaparecen, las aprensiones pueblan de negros fantasmas nuestra imaginación. Las fuerzas comienzan a flaquear. No aguantamos más. Aunque caigamos debajo de la cruz, Dios mío, una vez más os suplicamos, por vuestras entrañas misericordiosas, por vuestro Corazón Sagrado, por el amor que tenéis a vuestra Madre, por los dolores crudelísimos que en este paso sufristeis, no permitáis que salgamos del camino del sufrimiento y de la virtud, y que tiremos lejos de nosotros la cruz. Socorrednos entonces, Señor mío de misericordia. Porque lo que queremos es el entero cumplimiento de nuestro deber.

Pero oíd, Dios benigno, la súplica de nuestra debilidad. Por lo mucho que sufristeis, por la superabundancia de vuestros méritos infinitos, mitigad, si es posible, nuestro sufrimiento, tornad más leve nuestra cruz, sed Vos mismo nuestro misericordioso Cirineo, en toda la extensión en que lo permitan nuestra santificación y los supremos intereses de vuestra gloria. Os lo pedimos, Señor, por la omnipotente intercesión de vuestra Madre.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.

VIII Estación:

JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

VOS TUVISTEIS a la Verónica, Señor, y al inapreciable, si bien que pesarosísimo, consuelo de vuestra Madre. Y, en este paso, otras mujeres se acercan a Vos. ¡Lloran, gimen, se apiadan de Vos!

¿Cómo se llamarían estas buenas mujeres? El Evangelio no lo dice. ¿Cómo las trataban los soldados y el populacho que os martirizaban? Tampoco lo dice el Evangelio. Si ellos hablasen el lenguaje de nuestros días, ciertamente habrían exclamado: ¡Oh beatas!...

¡Beatas! Cuántas veces esta palabra se pronuncia con desprecio y dureza, para designar a las personas que sobresalen y se distinguen por su asiduidad a los pies de vuestros altares tantas veces abandonados, en la frecuencia a las ceremonias religiosas durante las cuales, a veces, sin ellas las iglesias habrían quedado casi vacías. Con lluvia o buen tiempo, se deslizan por las sombras de la madrugada o del crepúsculo, con paso apresurado. Van hacia la iglesia. Muchas van de prisa, porque tienen que trabajar, o en casa, o fuera. Rezan. Y su oración es a veces tan agradable que, sin aquello que peyorativa e injustamente se volvió convencional llamar beaterío, sería mucho más infeliz cualquier gran ciudad de pecadores de nuestros días.

Podrá a veces haber exceso, abuso, mala comprensión de muchas cosas. Pero ¿por qué generalizar la regla? ¿Por qué mirar apenas para las manchas, sin ver la luz de esa piedad perseverante e inextinguible? ¡Cuánto oro en esa escoria! Y cuando, después de haber contemplado así a esas almas entre las cuales muchas tienen tan gran mérito, se oyen ciertas declamaciones doctas contra el beaterío, se tiene el deseo de decir de los declamadores: ¡Señor, cuánta escoria en ese oro!

Ese verdadero beaterío, ese beaterío genuino y sincero ya estuvo a los pies de la Cruz, llorando y gimiendo. ¡Y cuánta gente que gusta decir que Judas no está en el infierno, pero que allí van ciertamente las beatas, quedará pasmado el día del Juicio Final!

Señor, aceptad y bendecid esas oraciones que en el curso de vuestra Pasión os fueron dirigidas. Vos disteis a estas pías mujeres su vocación: "Llorad". La vocación de llorar por los castigos que justos e inocentes sufren a consecuencia de los pecados colectivos, esa es su gran vocación. Que ese llanto, Señor, que Vos mismo incitasteis, sirva para que vuestras iglesias queden atestadas de beatos verdaderos, esto es, de bienaventurados de todas las edades y condiciones sociales, nobles, ricos, poderosos, pobres, andrajosos, infelices. Señor, conquistad y atraed a Vos a todas las almas, por las oraciones, el ejemplo y las palabras de las almas fieles, indefectiblemente fieles.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

R. Amén.

IX Estación:

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

HAY MISTERIOS que vuestro Santo Evangelio no narra. Y entre ellos me gustaría saber si me equivoco al suponer que ésta vuestra tercera caída fue hecha, Señor mío, para expiar y salvar a las almas de los prudentes.

La prudencia es la virtud por la cual escogemos los medios adecuados para obtener el fin que tenemos en vista. Así, los grandes actos de heroísmo pueden ser tan prudentes cuanto los retrocesos estratégicos. Si el fin es vencer, en un noventa por ciento de los casos es más prudente avanzar que retroceder. No es otra la virtud evangélica de la prudencia.

Sin embargo… se entiende que la prudencia es apenas el arte de retroceder. Y, así, el retroceso sistemático y metódico pasó a ser la única actitud reconocida como prudente por muchos de vuestros amigos, Señor mío.

Y por esto se retrocede mucho… ¿La realización de una gran obra para vuestra gloria se ha vuelto muy penosa? Se retrocede por prudencia. ¿La santificación está muy dura? ¿La escalada en la virtud multiplica las luchas en vez de aquietarlas? Se retrocede hacia los pantanos de la mediocridad, para evitar, por prudencia, grandes catástrofes. ¿La salud periclita? Se abandona, por prudencia, todo o casi todo apostolado, se "mediocriza" la vida interior, y se transforma el reposo en el supremo ideal de la vida, porque la vida fue hecha, ante todo, para ser larga. Vivir mucho pasa a ser el ideal, en vez de vivir bien. El elogio ya no sería como el de la Escritura: "En una corta vida recorrió una larga carrera"(Sabiduría 4, 13). Sería, por lo contrario, "tuvo larga vida, para la cual tuvo la sabiduría de renunciar a hacer una gran carrera en las vías del apostolado y de la virtud".

Vidas largas, obras pequeñas.

¿Y vuestra prudencia cómo fue, oh Modelo divino de todas las virtudes? ¿Cuántos amigos tenéis, que os aconsejarían a renunciar cuando caísteis por primera vez? En la segunda vez, serían legión. Y viéndoos caer por la tercera, ¡cuántos no os abandonarían escandalizados, pensando que erais temerario, falto de sentido común, que queríais violar los manifiestos designios de Dios!

Que este paso de vuestra Pasión nos dé las gracias, Señor, para ser de una invencible constancia en el bien, conociendo perfectamente el camino del verdadero heroísmo, que puede llegar a sus límites más extremos y más sublimes sin jamás confundirse con una vil y presuntuosa temeridad.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.

X Estación:

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

NO OS SERÍA EVITADA esta suprema afrenta, Dios mío. ¡Aquel Cuerpo divinamente casto que la Virgen Santísima protegió siempre con las vendas y túnicas que le hacía, aquel Cuerpo indeciblemente puro habría de quedar expuesto a todas las miradas!

Dios mío, ¿cómo no suponer que Vos hayáis expiado particularmente en este paso los pecados contra la castidad? El martirio de la desnudez es inmenso para un alma pura. Tiempo hubo en que, en Cartago, las cristianas conducidas a la arena, habiendo vencido milagrosamente a las fieras, fueron sometidas a martirio aún mayor por los magistrados, que las expusieron desnudas delante del auditorio, alegando saber que ellas preferirían mil veces morir despedazadas por las fieras. Y tenían razón. Si así sufrían las mártires, ¿cómo sufristeis Vos, Dios mío?

Y si tan grande es vuestro divino horror a la impureza y a la impudicia, ¿con qué odio no odiáis, Señor, a aquellos que abusan de su riqueza propagando modas indecentes, por medio de representaciones cinematográficas y teatrales, por medio de revistas y fotografías, por medio del ejemplo funesto que las clases altas dan a las más modestas? ¿Cómo no odiáis a aquellos que abusan de su autoridad, forzando a empleadas, a hijas y hasta a esposas, a vestirse de modo indecoroso para seguir las fantasías de la época? De ellos es de quien dijisteis en el Evangelio: "Más le valiera que le colgasen al cuello una de esas piedras de molino que mueve un asno, y así fuese sumergido en lo profundo del mar" (Mt. 18, 6).

Dad, a todos los que tienen por obligación combatir a la moda inmoral, coraje para tanto, Dios mío. A los padres, a las madres, a los profesores, a los patrones, y a los miembros de las asociaciones religiosas.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.

XI Estación:

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

CUANDO ABRAHAM, con una docilidad sublime a vuestra voluntad, Dios mío, iba a hacer caer sobre Isaac el cuchillo sacrificador, Vos detuvisteis, misericordiosamente, el curso del sacrificio. Con vuestro Hijo, sin embargo, no actuasteis así. Al contrario, Jesús mío, vuestro sacrificio llegó hasta el fin. Se hizo absolutamente entero. Cargasteis la Cruz hasta lo alto del monte. Y ahora, sois clavado en ella.

La Cruz está por tierra, Jesús mío, y Vos acostado en ella. Aumentan cruelmente vuestros dolores. Son tantos que, sin un auxilio sobrenatural, moriríais. Pero vuestra fuerza crece en la medida de vuestra divina misión. Tendréis todo cuanto sea necesario para llegar hasta la última inmolación.

Los laxistas, Señor mío, retroceden. Inficionados de determinismo, no saben que Dios multiplica por la gracia las fuerzas naturales insignificantes de la voluntad humana. Por eso retroceden delante del deber evidente, admiten inhibiciones invencibles donde muchas veces la única realidad es que les falta espíritu de mortificación, y consideran perdidas con honores de guerra muchas batallas de la vida espiritual. En la vida espiritual no se pierde con honores de guerra. Las honras de guerra consisten únicamente en vencer. Y vencer consiste en no dejar la cruz, incluso cuando se cae debajo de ella; consiste en perseverar en medio de los aparentes fracasos de las obras externas, de la adversidad, del agotamiento de todas las fuerzas. Consiste en llevar la cruz hasta lo alto del Gólgota, y, allá, dejarse crucificar.

Vos yacéis sobre vuestra Cruz acostado, ¡oh Dios mío! ¡Qué fracaso aparente para el Salvador del mundo, echado en tierra como un gusano, desfigurado como un leproso, y crucificado como un criminal! ¡Dios mío, cuánta y qué espléndida victoria en la realización de vuestros designios, a despecho de todos estos obstáculos!

Una vez más, meditando vuestra Pasión, se yergue en nosotros el clamor tumultuoso de nuestra pequeñez. Si es posible, Dios mío, apartad de nosotros el cáliz, pero, si es indispensable, dadnos fuerzas para llegar hasta la crucifixión.

Padre Nuestro. Ave María. Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz

R. Amén.

XII Estación:

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

YA NO ESTÁIS por tierra, Dios mío. La Cruz lentamente se levantó. No para elevaros, sino para proclamar bien en alto vuestra ignominia, vuestra derrota, vuestro exterminio.

Sin embargo, era el momento de cumplirse lo que Vos mismo habíais enseñado:"Cuando fuese elevado, atraeré hacia Mí a todas las criaturas" (Jn. 12, 32). En vuestra Cruz, humillado, llagado, agonizante, comenzasteis a reinar sobre la Tierra. En una visión profética, visteis a todas las almas piadosas de todos los tiempos, que venían a Vos. Visteis el recato y el pudor de las Santas Mujeres, que ahí compartían vuestro dolor y con ese alimento espiritual se santificaban. Visteis las meditaciones de San Pedro y de los Apóstoles sobre vuestra Crucifixión, visteis las meditaciones de Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Inés, Cecilia, Anastasia, todos aquellos santos que vuestra Providencia quiso que fuesen, diariamente y en el mundo entero, mencionados durante el Sacrificio de la Misa, porque la oblación de su santidad se hizo en unión con la oblación de vuestra Crucifixión. Visteis a los misioneros benedictinos que, conduciendo vuestra Cruz por los bosques de Europa, conquistaban más tierras que las legiones romanas. Visteis a San Francisco, que del Monte Alvernio os adoraba, y oísteis la prédica de Santo Domingo. Visteis a San Ignacio ardiendo de celo por el Crucifijo, reuniendo en torno de Vos a falanges de participantes de los Ejercicios Espirituales. Visteis a los misioneros que recorrían el Nuevo Mundo para predicar vuestro Crucifijo. Visteis a Santa Teresa llorando a vuestros pies. Visteis vuestra Cruz luciendo en la corona de los Reyes. Dios mío, en la Cruz comenzó vuestra gloria, y no en la Resurrección. Vuestra desnudez es un manto real. Vuestra corona de espinas es una diadema sin precio. Vuestras llagas son vuestra púrpura. ¡Oh! Cristo Rey, cómo es verdadero consideraros en la Cruz como un Rey. ¡Pero cómo es cierto que ningún símbolo expresa mejor la autenticidad de esa realeza como la realidad histórica de vuestra desnudez, de vuestra miseria, de vuestra aparente derrota!

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, tened piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.

R. Amén.

XIII Estación:

JESÚS YACE EN LOS BRAZOS DE SU MADRE

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

LA REDENCIÓN se consumó. Vuestro sacrificio se hizo por entero. La Cabeza sufrió cuanto tenía que sufrir. Restaba a los miembros del cuerpo sufrir también. Junto a la Cruz estaba María. ¿Para qué decir, aunque sea una palabra, sobre lo que Ella sufrió? Parece que el propio Espíritu Santo evitó describir lo lacerante del dolor que inundaba a la Madre como reflejo del dolor que superabundó en el Hijo. Él solo dijo: "Oh vosotros, que pasáis por el camino, parad y ved si hay dolor semejante a mi dolor" (Jer. 1, 12). Sólo una palabra lo puede describir: no tuvo igual en todas las puras criaturas de Dios.

¡Nuestra Señora de la Piedad! Así es que el pueblo fiel invoca a Nuestra Señora cuando la contempla sentada, con el cadáver divino del Hijo en sus brazos. Piedad, porque toda Ella no es sino compasión. Compasión del Hijo. Compasión de sus hijos, porque Ella no tiene sólo un hijo. Madre de Dios, se hizo Madre de todos los hombres. Y Ella no tiene apenas compasión del Hijo, también la tiene de sus hijos. Mira hacia nuestros dolores, nuestros sufrimientos, nuestras luchas. Nos sonríe en el peligro, llora con nosotros en el dolor, alivia nuestras tristezas y santifica nuestras alegrías. Lo propio del corazón de madre es una íntima participación en todo lo que hace vibrar el corazón de sus hijos. Nuestra Señora es nuestra Madre. Ama mucho más a cada uno de nosotros individualmente, aún al más miserable y pecador, de lo que podría hacerlo el amor sumado de todas las madres del mundo por un hijo único. Persuadámonos bien de esto. Es a cada uno de nosotros. Es a mí. Sí, a mí, con todas mis miserias, mis infidelidades tan ásperamente censurables, mis indisculpables defectos. Es a mí a quien así Ella ama. Y ama con intimidad. No como una reina que, no teniendo tiempo para tomar conocimiento de la vida de cada uno de sus súbditos, acompaña apenas en líneas generales lo que ellos hacen. Ella me acompaña a mí, en todos los detalles de mi vida. Conoce mis pequeños dolores, mis pequeñas alegrías, mis pequeños deseos. No es indiferente a nada. Si supiésemos pedir, si comprendiésemos la importunidad evangélica como una virtud admirable, ¡cómo sabríamos ser minuciosamente importunos con Nuestra Señora! Y Ella nos daría en el orden de la naturaleza, y principalmente en el orden de la gracia, muchísimo más de lo que jamás osaríamos suponer.

¡Nuestra Señora de la Piedad! Tanto valdría, o casi, decir Nuestra Señora de la Santa Osadía. Porque, ¿qué más puede estimular la santa osadía, osadía humilde, sumisa y conformada de un miserable, que la piedad maternal inimaginable de quien todo lo tiene?

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.

R. Amén.

XIV Estación:

JESÚS ES COLOCADO EN EL SEPULCRO

V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

AL MISMO TIEMPO que las pesadas lajas del sepulcro velan el Cuerpo del Salvador a las miradas de todos, la Fe vacila en los pocos que habían permanecido fieles a Nuestro Señor.

Pero hay una lámpara que no se apaga, ni parpadea, y que sola arde plenamente, en esta oscuridad universal. Es Nuestra Señora, en cuya alma la Fe brilla tan intensamente como siempre. Ella cree. Cree por entero, sin reservas ni restricciones. Todo parece haber fracasado. Pero Ella sabe que nada fracasó. En paz, aguarda la Resurrección. Nuestra Señora resumió y compendió en Sí a la Santa Iglesia, en esos días de tan extensa deserción.

Nuestra Señora, protectora de la Fe. Este es el tema de la presente meditación. De la Fe y del espíritu de fe, o sea del sentido católico. Hoy, a muchos ojos, las posibilidades de restauración plena de todas las cosas según la ley y la doctrina de Nuestro Señor Jesucristo parecen tan irremediablemente sepultadas cuanto a los Apóstoles parecía irremediablemente sepultado Nuestro Señor en su sepulcro. Los que tienen devoción a Nuestra Señora reciben de Ella, sin embargo, el inestimable don del sentido católico. Y, por eso, ellos saben que todo es posible, y que la aparente inviabilidad de los más osados y extremados sueños apostólicos no impedirá una verdadera resurrección, si Dios tuviere pena del mundo y el mundo corresponde a la gracia de Dios.

Nuestra Señora nos enseña la perseverancia en la fe, en el sentido católico y en la virtud del apostolado intrépido –"Fides intrépida"– incluso cuando todo parece perdido. La Resurrección vendrá pronto. Felices los que supieren perseverar como Ella, y con Ella. De ellos serán las alegrías, en cierta medida las glorias del día de la Resurrección.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Ten piedad de nosotros, Señor.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.

R. Amén.


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