¡Oh, Poderoso Señor,
que con sola tu voz sacaste
de la nada los cielos y la tierra!
Tú que gobiernas con bondad,
benignidad y justicia el universo,
a Ti acudimos en nuestras necesidades,
porque Tú eres el único que puede salvarnos
de los peligros y tentaciones
en que continuamente nos vemos expuestos
a caer en este valle de miserias y tribulaciones.
Tú, que eres el Juez recto, pero misericordioso,
que decreta la suerte de los hombres y los pueblos,
míranos con ojos de piedad.
No desoigas los lamentos de los pobres pecadores
que, contritos y humillados, se postran ante Ti,
pidiendo compasión para sus extravíos
y olvido eterno para sus delitos.
Líbranos, Señor Omnipotente,
de todas las calamidades con que afliges y castigas
a los que se muestran rebeldes a tus leyes,
y muy especialmente
de los sacudimientos de la tierra,
huracanes, fuegos y ventiscas.
Tú, que la gobiernas;
Tú, que mandas en toda la naturaleza,
puedes concedernos esa gracia por la intercesión
de la Santísima Virgen de los Dolores
y Madre del Amor Hermoso
a quien ocurriremos en nuestra desventura,
pidiéndola su auxilio y saludándola
con las edificantes palabras del arcángel.
Rezar un Ave María.
¡Oh Rey Supremo, que sólo
por redimir a los hombres aceptaste
el gravísimo peso de la Cruz
y sufriste los insultos de tus enemigos!
Haz que no nos pese
cargar la cruz de la mortificación
y tampoco nos duela
observar las reglas de la penitencia.
¡Oh, Amantísimo Señor
que, fatigado con la Cruz,
caíste en tierra sin embargo de tu fortaleza!
Haz que, conociendo
la gravedad de nuestras culpas,
las confesemos confiados
en tu divina clemencia,
para merecer el perdón que anhelamos
y por el cual hace tanto tiempo que suspiramos.
¡Oh Soberano Señor!
Por el dolor que padeciste cuando,
caminando con la Cruz cuestas,
encontraste a tu Santísima Madre,
traspasada de amargura, haz que,
llorando nuestras faltas como Ella lloró
al verte en aquel lastimoso estado,
despreciemos las vanidades y errores
de este mundo engañoso y obedezcamos
en todo tus santos mandamientos.
¡Oh Clementísimo Señor,
que por amarnos tanto cargaste con la Cruz,
que te ayudó a llevar el Cirineo!
Haz que tengamos la suficiencia necesaria
para abjurar nuestros errores, y préstanos
tu gracia para hacer esa abnegación
con espíritu de fervor y religión.
¡Oh Hermosísimo Señor!
Por la piedad con que aquella santa mujer
llamada Verónica limpió tu rostro,
afeado con el sudor, el polvo y las salivas
que había recibido, haz que se estampe
en nuestras almas tu imagen santísima,
así como se estampó en el lienzo con
que aquella benéfica mujer, te limpió.
¡Oh Santísimo Señor,
por tu segunda caída en la puerta Judiciaria,
agobiado con el enorme peso de la Cruz!
Haz que nuestro entendimiento sea iluminado
para que conozcamos el espantoso
cúmulo de nuestros delitos,
y juremos odiarlos eternamente.
¡Oh Divino Maestro!
Por el llanto de aquellas
piadosas mujeres de Jerusalén,
haz que con las lágrimas
de una verdadera contrición
lloremos nuestros pecados
y purifiquemos nuestras almas.
¡Oh Benignísimo Jesús,
que por nosotros sufriste
caer en tierra por tercera vez,
sin poderte levantar por Ti mismo!
Haz que tengamos la suficiente impasibilidad
para tolerar las injurias de nuestros enemigos
y perdonarlas, así como Tú lo hiciste
con los que tanto te ofendieron.
¡Oh Piadosísimo Señor!
Por el agudo dolor que traspasó
el corazón de María cuando oyó
el primer golpe del martillo
al clavarte de pies y manos en la Cruz,
haz que, abrasados por tu infinito amor,
y considerando tus padecimientos,
vivamos siempre crucificados en tu santo servicio,
para alcanzar la palma del martirio
y alabarte en el cielo eternamente.
Arrepentidos de todos nuestros pecados
te pedimos oh Poderoso Señor,
que calmes la tierra, los vientos y las aguas,
para que a salvo de las furias terrestres
podamos alabar tu santo nombre
y cantar tus alabanzas.
Amén.
que con sola tu voz sacaste
de la nada los cielos y la tierra!
Tú que gobiernas con bondad,
benignidad y justicia el universo,
a Ti acudimos en nuestras necesidades,
porque Tú eres el único que puede salvarnos
de los peligros y tentaciones
en que continuamente nos vemos expuestos
a caer en este valle de miserias y tribulaciones.
Tú, que eres el Juez recto, pero misericordioso,
que decreta la suerte de los hombres y los pueblos,
míranos con ojos de piedad.
No desoigas los lamentos de los pobres pecadores
que, contritos y humillados, se postran ante Ti,
pidiendo compasión para sus extravíos
y olvido eterno para sus delitos.
Líbranos, Señor Omnipotente,
de todas las calamidades con que afliges y castigas
a los que se muestran rebeldes a tus leyes,
y muy especialmente
de los sacudimientos de la tierra,
huracanes, fuegos y ventiscas.
Tú, que la gobiernas;
Tú, que mandas en toda la naturaleza,
puedes concedernos esa gracia por la intercesión
de la Santísima Virgen de los Dolores
y Madre del Amor Hermoso
a quien ocurriremos en nuestra desventura,
pidiéndola su auxilio y saludándola
con las edificantes palabras del arcángel.
Rezar un Ave María.
¡Oh Rey Supremo, que sólo
por redimir a los hombres aceptaste
el gravísimo peso de la Cruz
y sufriste los insultos de tus enemigos!
Haz que no nos pese
cargar la cruz de la mortificación
y tampoco nos duela
observar las reglas de la penitencia.
¡Oh, Amantísimo Señor
que, fatigado con la Cruz,
caíste en tierra sin embargo de tu fortaleza!
Haz que, conociendo
la gravedad de nuestras culpas,
las confesemos confiados
en tu divina clemencia,
para merecer el perdón que anhelamos
y por el cual hace tanto tiempo que suspiramos.
¡Oh Soberano Señor!
Por el dolor que padeciste cuando,
caminando con la Cruz cuestas,
encontraste a tu Santísima Madre,
traspasada de amargura, haz que,
llorando nuestras faltas como Ella lloró
al verte en aquel lastimoso estado,
despreciemos las vanidades y errores
de este mundo engañoso y obedezcamos
en todo tus santos mandamientos.
¡Oh Clementísimo Señor,
que por amarnos tanto cargaste con la Cruz,
que te ayudó a llevar el Cirineo!
Haz que tengamos la suficiencia necesaria
para abjurar nuestros errores, y préstanos
tu gracia para hacer esa abnegación
con espíritu de fervor y religión.
¡Oh Hermosísimo Señor!
Por la piedad con que aquella santa mujer
llamada Verónica limpió tu rostro,
afeado con el sudor, el polvo y las salivas
que había recibido, haz que se estampe
en nuestras almas tu imagen santísima,
así como se estampó en el lienzo con
que aquella benéfica mujer, te limpió.
¡Oh Santísimo Señor,
por tu segunda caída en la puerta Judiciaria,
agobiado con el enorme peso de la Cruz!
Haz que nuestro entendimiento sea iluminado
para que conozcamos el espantoso
cúmulo de nuestros delitos,
y juremos odiarlos eternamente.
¡Oh Divino Maestro!
Por el llanto de aquellas
piadosas mujeres de Jerusalén,
haz que con las lágrimas
de una verdadera contrición
lloremos nuestros pecados
y purifiquemos nuestras almas.
¡Oh Benignísimo Jesús,
que por nosotros sufriste
caer en tierra por tercera vez,
sin poderte levantar por Ti mismo!
Haz que tengamos la suficiente impasibilidad
para tolerar las injurias de nuestros enemigos
y perdonarlas, así como Tú lo hiciste
con los que tanto te ofendieron.
¡Oh Piadosísimo Señor!
Por el agudo dolor que traspasó
el corazón de María cuando oyó
el primer golpe del martillo
al clavarte de pies y manos en la Cruz,
haz que, abrasados por tu infinito amor,
y considerando tus padecimientos,
vivamos siempre crucificados en tu santo servicio,
para alcanzar la palma del martirio
y alabarte en el cielo eternamente.
Arrepentidos de todos nuestros pecados
te pedimos oh Poderoso Señor,
que calmes la tierra, los vientos y las aguas,
para que a salvo de las furias terrestres
podamos alabar tu santo nombre
y cantar tus alabanzas.
Amén.